
Historia de Bowines
Surge en el año 2012 por el deseo de desarrollar la pasión por el vino a través de la búsqueda de variedades de uva y zonas que permitan producir vinos modernos, con personalidad y máxima calidad.
BOWines mantiene un respeto y compromiso absoluto por la naturaleza, desarrollando una viticultura que logre mantener y sustentar los distintos “terroir” chilenos. Además, BOWines entiende que la producción de vinos debe ser una manifestación de cultura y expresión del ser humano, por este motivo, mantiene un compromiso especial por apoyar la difusión y desarrollo de todo tipo de manifestaciones artísticas. La experiencia y conocimiento en el desarrollo de vinos de excelencia es su mayor fortaleza.
Esta experiencia se sustenta sobre los conocimientos adquiridos por el enólogo a lo largo de su vida profesional tanto en Chile como en Europa donde vivió por más de una década.
Su Pasión
Producir vinos de calidad con respeto y sentido de origen. “El vino debe ser expresión del viñedo y su entorno”.
Su Compromiso
Son productores a “Escala Humana” participanactivamente desde el cultivo de la vid hasta el embotellado. Cuidan los recursos naturales, se comprometen por el medio ambiente y por la preservación de viñedos patrimoniales. BOWines entiende que la producción de vinos debe ser una manifestación de cultura y expresión del ser humano, por este motivo, mantiene un compromiso especial por apoyar la difusión y desarrollo de todo tipo de manifestaciones artísticas.



Su Fortaleza
Junto con la experiencia del enólogo Alvin Miranda está un grupo de trabajo de primer nivel liderado por los socios de Bowines que junto a los colaboradores, profesionales y artistas terminan por completar el proceso productivo y comercial de sus vinos.
¿Quiénes son?
Socios, colaboradores, artistas y profesionales.
“Son una empresa que está conectada con la naturaleza y las personas a través del vino y el arte, acaban de abrir un libro en blanco que se escribirá con las vendimias, el proceso de vinificación y al descorchar sus botellas, con cada conversación y sentimientos materializados en la música y el arte, tendrán una experiencia que hará un producto de excelencia y calidad.”
Al equipo de trabajo lo une un espíritu inquieto, que les impulsa a asumir retos nuevos donde poder expresar toda su creatividad y personalidad.
Viñedos
Para Bowines los vinos deben ser un reflejo de la naturaleza, expresión de un momento único que combine “terroir”, conocimiento y creación con el objetivo de obtener un vino de máxima calidad.
Para conseguir ese objetivo, están en constante búsqueda de zonas y variedades de uva; obligándose a trabajar con superficies de viñedo pequeñas y limitadas que les permitan controlar todas las etapas de la viticultura, la vinificación y la crianza.
El primer vino nace de un terroir único, que combina toda la expresión de la variedad Carignan unida a las características únicas de “El Peumal» en el Valle del Maule.
Además, actualmente trabajan con un pequeño viñedo de Lolol en el Valle de Colchagua donde cosechan Malbec y el Cabernet Sauvignon de Alto Cachapoal que entrega fruta de alta calidad.
A inicios del siglo XX, una familia europea se estableció en la ciudad de Rancagua, en la Provincia de Cachapoal, Chile. En la década de 1930, esta familia inició su incursión en la industria vitivinícola de la región, una tradición que sus descendientes han continuado hasta la actualidad. Los mismos viñedos utilizados hace 70 años para producir los primeros mostos de la región siguen siendo cultivados hoy por los hijos y nietos de aquellos pioneros.
El respeto por el rol fundamental que sus antepasados jugaron en su formación técnica y humana es evidente en esta familia. Tras cuatro generaciones, permanecen estrechamente vinculados a la industria vitivinícola chilena, combinando la vasta experiencia transmitida por sus padres y abuelos con la energía y modernidad de la juventud del siglo XXI.
Los primeros vinos elaborados por esta familia en Rancagua tenían como propósito abastecer a los ciudadanos locales. Estos compraban el vino en grandes cantidades para el consumo familiar anual, en fudres de entre 800 y 1500 litros, y lo retiraban periódicamente en botellones de 15 o 5 litros. Con el tiempo, la venta se amplió a envases de 10 litros (chuicas) o de 5 litros (garrafas), convirtiéndose en una costumbre local acudir a la bodega para comprar directamente el vino. En los años 60, comenzaron a vender el vino en botellas de 1 litro y 750 cc, facilitando así su manejo y transporte.
Entre las marcas comercializadas localmente destacaron San Gerardo, Santa Eugenia y Los Molinos. Con el cambio de siglo, la familia emprendió un proyecto de modernización, introduciendo nueva tecnología, una nueva bodega y marcas con una imagen acorde a productos Premium, dirigidos al mercado internacional y a los paladares más exigentes del mundo. Estas nuevas marcas reflejan la pureza de la naturaleza chilena, simbolizada por las montañas, y la pasión de la gente por lo que hacen y aman.